Estudio inédito destaca la importancia de las prácticas agrícolas sostenibles para el balance de carbono en la producción de soja

Investigación de la Fundación Solidaridad, con el apoyo del Land Innovation Fund y la Agencia Noruega para Cooperación al Desarrollo (Norad), mapea el balance de carbono en diferentes escenarios de suelo de 50 propiedades rurales en la región de Matopiba.

Datos de la ONU muestran que el 31% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI) –lo equivalente a 16.500 millones de toneladas– provienen de los sistemas agroalimentarios, un aumento del 17% en comparación con 1990, porcentaje que sigue el crecimiento de la población mundial y la consiguiente demanda de más alimentos. En este escenario, la soja juega un papel fundamental: Brasil ocupa el primer lugar en el ranking mundial de producción y exportación del grano, con la región de Matopiba (parte del bioma Cerrado de las provincias de Maranhão, Tocantins, Piauí y Bahía), responsable del 15% de la cosecha nacional. Un análisis sin precedentes de la Fundación Solidaridad, realizado con el apoyo del Land Innovation Fund (LIF) y la Agencia Noruega para Cooperación al Desarrollo (Norad), en alianza con la Asociación de Agricultores y Regantes del Oeste de Bahía (Aiba) y colaboración del Instituto de Manejo y Certificación Forestal y Agrícola (Imaflora), define el balance de carbono en la producción de soja en la región y señala la importancia de la adopción de prácticas agrícolas sostenibles para una economía de bajas emisiones de gases de efecto invernadero y de preservación de la vegetación nativa.

"Balance de carbono en la producción de soja de Matopiba": acceda a la investigación completa.

El estudio analiza cuatro escenarios de carbono en 50 propiedades rurales en 22 municipios de la región de Matopiba –9 en Maranhão, 15 en Tocantins, 6 en Piauí y 20 en Bahía– totalizando 150.000 hectáreas de tierra: emisiones de la producción agrícola, emisiones y secuestro por el uso del suelo, reservas de carbono en áreas con vegetación nativa y emisiones netas, también denominadas de balance de carbono. Todas las granjas evaluadas están ubicadas en el bioma Cerrado. El análisis muestra que las áreas que utilizan prácticas agrícolas de conservación tienen mejores tasas de secuestro de carbono y destaca la importancia de conciliar el aumento de la productividad con sistemas agrícolas sostenibles y resilientes al cambio climático. "Los datos revelan informaciones importantes y oportunidades para los productores y empresas del sector, demostrando que es posible mantener la rentabilidad con la implementación de prácticas agrícolas bajas en carbono", dice Juliana Monti, coordinadora del proyecto por Solidaridad.

Principal sumidero de carbono del planeta, solo superado por los océanos, el suelo tiene más carbono almacenado que la atmósfera o la vegetación. Brasil se ha comprometido en reducir en un 50% la producción de los gases de efecto invernadero para 2030 y a reducir a cero las emisiones netas hasta 2050, además de frenar la deforestación y reforestar o restaurar hasta 12 millones de hectáreas en todo el país. Las inversiones en tecnología, productos o servicios que contribuyan a la expansión de los sistemas agrícolas sostenibles son esenciales para reducir la emisión de CO2 y otros gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera.

"Medir la emisión y el secuestro de gases de efecto invernadero en una cadena de producción tan relevante como la de soja en una de las fronteras agrícolas más grandes del país ayuda a comprender los desafíos y beneficios, tanto para la granja como para el medio ambiente, del uso de prácticas agrícolas sostenibles y bajas en carbono en el campo", dice Carlos E. Quintela, director del Land Innovation Fund. "Creemos que los propietarios rurales son los protagonistas de una transformación en el campo y, solo con el compromiso directo y la participación de cada uno de ellos, lograremos resultados concretos a favor de la mitigación del cambio climático y el desarrollo agrícola sostenible y bajo en carbono, libre de deforestación y conversión de vegetación nativa", concluye.

Metodología:

El estudio mapea las fuentes de emisiones de carbono en la producción de soja y el impacto del manejo del suelo y de las prácticas agrícolas adoptadas en la región para el balance de carbono. Los resultados fueron calculados por provincia, por hectárea producida y por bolsa de soja. Se contabilizaron separadamente datos relativos a las reservas de carbono en la biomasa de la vegetación nativa de las propiedades rurales, según lo determinado por la metodología GHG Protocol, utilizada para la producción del estudio. Los datos resaltan la importancia del bosque en pie para el secuestro de carbono en las propiedades y respaldan la importancia de intensificar la producción sostenible sin la necesidad de abrir nuevas áreas para el cultivo.

Para medir las emisiones y el secuestro de carbono en la producción de soja en función de las prácticas adoptadas en la granja (línea de base), se registraron datos sobre la aplicación de piedra caliza y yeso, y de fertilizantes, descomposición de restos de cultivo, quema de combustibles fósiles y renovables, así como el consumo de energía eléctrica. También se consideraron escenarios de cambio de uso de la tierra y de prácticas agrícolas para comprender cómo se comportaría el balance de carbono en estos casos. En dicho estudio se evaluaron cuatro escenarios: a) conversión de vegetación nativa en cultivo convencional; b) conversión de la vegetación en siembra directa; c) pastizal degradado a la siembra directa; y d) siembra convencional a la siembra directa.

El uso de correctivos agrícolas sea por el encalado, sea por el uso de yeso, representa casi la mitad del porcentaje de emisiones de carbono, seguido de la aplicación de fertilizantes nitrogenados (21,5%). Juntos, los insumos agrícolas representan el 76,9% de las emisiones totales de las granjas. Para cambios de escenario, se observó un aumento en el secuestro de carbono de aproximadamente 33,6% en áreas que comenzaron a utilizar el sistema de siembra directa en lugar de las prácticas tradicionales de cultivo. Los otros escenarios de uso del suelo registraron tasas de emisión más altas que las del secuestro de carbono. Los efectos del uso de prácticas de manejo sostenible por la mayoría de los agricultores de la región contribuyeron a que las tasas de secuestro de carbono fueran mayores que las emisiones, en la cuantificación final entre las propiedades analizadas por el proyecto.

Las cifras señalan la importancia de ampliar el uso de prácticas de conservación en la agricultura como la recuperación de pastizales degradados, la fijación biológica de nitrógeno y el manejo adecuado del suelo, entre otras técnicas, capaces de ayudar en la captura de carbono y en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, principal objetivo del Acuerdo de París. "Con la adopción de prácticas agrícolas que permiten mayor aporte de materia orgánica y, en consecuencia, de carbono, el suelo retiene más agua y se hace más resistente a los períodos de sequía, reduciendo la necesidad del uso de abonos sintéticos y aportando beneficios económicos y ambientales al productor y al medio ambiente", explica la especialista en carbono de la Fundación Solidaridad, Camila Santos.

Calculadora de carbono para el Oeste de Bahía:

La financiación del Land Innovation Fund al proyecto de la Fundación Solidaridad permitió el mapeo de las prácticas agrícolas utilizadas por los productores rurales en el Oeste de Bahía. "La iniciativa reafirma la importancia de mapear escenarios, medir resultados, fomentar y valorar la adopción, el mantenimiento y la expansión de prácticas agrícolas sostenibles y bajas en carbono en la región y en la agricultura en general", dice Carlos E. Quintela.

Con el apoyo de AIBA, mayor asociación de agricultores de la provincia, la Fundación Solidaridad creó un Grupo de Trabajo Técnico para desarrollar escenarios y validar metodologías de carbono para la cadena de soja en la región. Veinte agricultores, que representan alrededor de 61.000 hectáreas de soja en cinco municipios del Oeste de Bahía –São Desidério, Luís Eduardo Magalhães, Barreiras, Formosa do Rio Preto, Correntina–, proporcionaron información sobre sistemas de gestión, productividad y operaciones agrícolas. La metodología presentada en el estudio y los análisis de balance de carbono en Bahía integrarán la calculadora de balance de carbono del Sistema de Inteligencia y Monitoreo Ambiental (SIMA), plataforma desarrollada por SENAI CIMATEC, con el apoyo del Land Innovation Fund y bajo la gestión de AIBA.

El desarrollo de soluciones de innovación combinadas con prácticas agrícolas sostenibles es el enfoque de los cuatro proyectos del Land Innovation Fund para el Oeste de Bahía. Implementadas por tres socios –la Asociación de Agricultores y Regantes del Oeste de Bahía (AIBA), la Fundación Solidaridad y Senai Cimatec– las iniciativas están dedicadas a segmentos diversos pero complementarios, como el monitoreo y la trazabilidad, el balance de carbono, las competiciones en línea para la innovación y la participación de los productores rurales. "Las iniciativas desarrolladas en el Oeste de Bahía con el apoyo del Land Innovation Fund han promovido la interacción del campo con la ciudad por medio de la comunicación, haciendo de la innovación uno de los pilares de la sostenibilidad en el agronegocio. En este marco, importantes temas de la agenda de desarrollo regional, como el balance de carbono y la conservación del suelo, han ganado protagonismo centrándose en el intercambio y la difusión de información, basada en evidencias, promoviendo el compromiso y fomentando la expansión de la adopción de prácticas sostenibles", dice Enéas Porto, Gerente de Sostenibilidad de AIBA.

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